Dormite Lauquén

Cuando dejaste de darle importancia
a tu bostezo primitivo, estás fregado,
no hay vuelta atrás en la salida del alba,
que de nuevo te condena.

Entraste en un laberinto del cual,
tu nuez no quiere escapar
y aunque actues como un despierto
tu alma está apagada.

El tiempo es una pérdida total
en un espacio donde no existe la calma,
cuando reina la nebulosa
el mejor camino es tu almohada.

No hay guerrero que le gane al sueño,
no existen los miedos
que te mantengan despierto,
ni brillo suficiente cuando querés oscuridad.

No luches, no temas, no pierdas,
sin resistencia, dejate llevar
y si no son necesarias las sábanas
ya encontraste un buen lugar.

No pretendas salir del humano,
no es la manera de lograrlo hoy,
mejor apuntale al cielo
y que tu tercer ojo dulces sueños tenga.

Una galletita salvavidas

Te quedás ahogado en un llanto,
tras comerte el cuento ese
que dice que el bondi solo pasa una vez
y que las segundas partes son malas.

Te dormís en esa pesadilla
que no hace más que recordarte
que un idiota es idiota,
hasta el momento en que decide despertar.

Te lamentás desde tu silla,
la que te convierte en un lisiado más
y dentro de este mundo de corredores
el éxito es una tragedia para tu mirar.

Contruís una casa en esa copa,
de la que no querés salir,
porque embebido y mareado
es más sencillo no pensar.

Y quizás tu soledad sea sagrada,
ya que a la hora del destierro
no tendrás por quién lamentar,
mas, si supieras, hermano,
lo lindo que es salir a mirar.

No me hagas caso amigo

Serías un cagón si permitieras
que los miedos sean más fuertes
que tu razón primordial,
ser evolución ciega entre videntes.

Serías un idiota si dejaras
que tu cerebro invada tu espíritu
con necesidades insulsas
que olvidan  los misterios a conocer.

Serías un ladrón si copiaras
sueños que no te atrapan,
sino que encierran entre rejas
las miradas de otras almas.

Serías un pesimista si tu voluntad
fuera cambiar el corazón del resto,
con pensamientos prestados
de los seres misteriosos del universo.

Serías vos, sino escucharas más allá
de lo que tu vientre habla,
cuando las estatuas santas se marchan
para darle espacio a la amistad.

Feed da dog

Alimentás al perro malo,
idiota, con buena voluntad no alcanza,
la rabia que amenaza,
no se cura llenando su panza.

Agrandas el cancer malandra,
novato, estás cayendo en su trampa,
la gula y la traición son amigas
de sonrisas desconfiadas.

Avivas el fuego del bosque encantado,
iluso, si ves cuernos no es toro, es diablo,
cuando sientas el pinchazo
hacete el desenterado.

Destripas al que no tiene calma,
canalla, tus movimientos son crueles
si conoces el color de su alma,
no era más que un perro y ahora es tu esclavo.

El dios de Marte

No creía que era, hasta que supo que era.
Tiempo y distancia son bocados
fáciles de digerir en la marcha de un viajero,
de un alma que sólo es alma.

Dejó de creer entonces y supo que era.
El remolino es tan grande
que no cabe en la imaginación,
sino en la cálida llama dorada.

No le importó ser y entonces realmente fue.
No bastan las acciones, ni las armas
para matar al hambre y la razón,
si ellas son ilusiones en la nada.

Disparó hacia otra dimensión porque así es.
Ya sabe de su conocimiento,
un viajero nunca termina, porque siempre viaja
y ser el dios de Marte, es una simple ventaja.

Vulcano en llamas

La llama sigue encendida en la luna,
amenaza con extinguirse, todo el tiempo,
mas firme sigue, elevándose
torturando al poder, hasta el miedo.

Las arañas siguen trepando por las nubes,
no amenazan, ni matan, 
son simples armas de la mente,
son parte del fuego que no cesa.

El sol sigue siendo una ilusión,
un milagro en el que creemos,
una distracción a nuestra creatividad,
la verdadera amenaza de que existe una verdad.

El agua sigue dando calma,
es parte inmensa y porción pequeña
de una fragmentada realidad,
difusa para las nueces con cáscaras.

El pensamiento sigue siendo el mal,
el terror del cine, el enemigo del alma,
el camino a un campo quemado por la lava
del volcán que se queja cuando ve por su ventana.

Amanecer

Recuerda su amnesia cuando se levanta,
es difusa la caricatura bajo la sombra de la resaca
y con los dientes empastados
va en busca del mar para enjuagar su cara.

Son treinta segundos de magia
donde vuelan las sábanas hasta las nubes
y deja su cama barada
flotando entre satélites chamuscados.

Chasquea la lengua y sonríe frente al espejo,
el agua limpia sus lagañas
y su luz desarma las pesadillas
dejando en el aire la estela de calor esperada.

Sacude un poco sus barbas,
procurando saber con cuantas lunas
coqueteó la noche anterior,
mientras bailaba al son de la cachaça.

Entonces estirando sus huesos blindados,
renueva la vida y la esperanza
y con un guiño a los astros
da el inicio al nuevo amanecer.

La voluntad del guerrero

No lograba aun escribir en mis sueños,
apenas jugaba a corretear amigas
que se habían perdido con el tiempo,
y a veces, dominaba el mar.

No logré anotar nada más que un final
similar al de dos películas ya vividas
en el mismo mundo lejano,
donde no cuenta lo natural.

El instante fue único, fue una pena,
un miedo, una escena maldita
en la que masticaba mi sonrisa
y frente al espejo, se derretía la felicidad.

Volviendo al mundo irreal,
se acababan las preguntas, los misterios
y se abría una costumbre de creerne con el temor
de no estar tan dorado para llegar.

Qué idiota soy en mis sueños!
Olvido que en el planeta avernal
existen las ojotas, un par de piernas nobles
y la voluntad del guerrero para caminar.

Bestial realidad

Las gotas de lluvia eran balazos
que rebotaban contra el techo enchapado,
pero sólo jodían cuando el mundo
no era el de los preciados sueños.

Del otro lado es de día,
sentados en la última fila del 540,
no se bien de que me rio
mientras vos apelás inquieto al silencio.

Nos despedimos dos o tres veces,
no lucís tan ¨limpito¨ como siempre,
tu imagen se parece más bien a la mía
en tu pelo desprolijo y tu paso cancino.

Tocás el timbre o quizás no lo hacés,
pero el chofer bien sabe que vas a bajar
en esa calle que levanta tierra
y te aleja con una sorpresa mientras me quedo arriba.

Y vos decías que no querías ser padre,
pero ahí te vi yo en silencio
con esa mochila cargada de vida,
en los ojos del moycano que brillaban a tus espaldas.

Anochecer

Había que dejar de rugir,
tenía que esconderse de ese viento
que levantaba el polvo de las montañas
nublando el aire.

Había que darle paso a lo oscuro
para que el equilibrio quede intacto,
para darle el turno a que se luzca
la niña divina, dulce Lucero del Alba.

Se deslizó lento tras las colinas
como una serpiente entre las ramas,
transformando su luz en una esfera naranja
que esfumaba la pintura del cielo.


Se rió ensimismado, evitando pensar
que los años le producían cansancio
y soplando un beso la tentó a salir
a Lucero quien ingenua se sonrojó.


Encendió otro charro para avivar los tonos,
se quitó las gafas para no caretearla
y se marchó lento tirando el humo
entre las nubes de la ya fresca noche.

La tarde

La tarde se había creado
para dormir la siesta
y para divagar en sueños cálidos
que encendieran las ganas de seguir volando.

Deja su cuerpo flotando,
sus tentáculos corren veloces
y su corazón arde en el letargo
de un espacio frío como el metal.

Sus gafas no disimulan los ronquidos
que despiertan risas tímidas
en estrellas reinas de otra galaxia
(que suspiran por su don)

Maniobrando sus sueños se ilusiona
con pasearse dándole color a los culos
que esperan boca arriba
en la orilla de la playa.

La siesta acaba en el canto de dos gorriones
que destilan belleza desde la copa de un cedro,
el sol se despereza y con un manotazo
despeja a unas nubes que molestan.

Mediodía

El día se parte al medio,
él eleva su espíritu cruzando el cosmos,
llenando de vigor a todo eso
que rodea su alma amarilla.

Frunce su seño radiante,
es tanta su energía que pocos
se atreven a mirar directo a sus ojos
por temor a quedar ciegos de amor en el intento.

Abraza un buen rato a las plantas,
acaricia a los animales vagabundos
que padecían frío
y agobia a los idiotas que van de traje.

Se rasca el hombro, seca el sudor
que cuelga como liana desde la frente
y derrite con un estornudo
el temor que yace en los polos.

Sabe que el hambre es una necesidad vaga,
aun así abre la puerta de la heladera
y con delicadeza toma el plato de milanesas
y raja en busca de la puerta.

Muerde, mastica y sonríe disfrutando
el picnic en la plaza más verde de la galaxia,
traga, eructa, prende un faso
y reposa su cabeza contra un árbol.

Sol de mañana

Aun luce algo dormido
como para regalar su energía máxima,
mas tras tantos años de cumlpir,
la presión apenas le causa gracia.

Se va caminando lento,
con su cabello despeinado,
sus largos brazos colgando
y una sonrisa genuina de barrio.

Dobla en la esquina con audacia
y casi de memoria, levanta su mano
para saludar a la preciosa Venus
que sonríe alucinada.

Bosteza cortando el tiempo
en antes y después
y acomoda, con sus delgados dedos,
las gafas sobre la cabeza.

Cruza la puerta del café,
se sienta en la mesa de siempre
y contempla las piernas de Mercurio
que se pasean con el licuado y las tostadas.

Antonia juega con el sol

Antonia había raptado al sol,
lo llevaba cerca de sus entrañas,
le sonreía y lo hipnotizaba
durante aquella mañana de octubre.


El frío invadía los sentidos
de macacos débiles
que llevaban soledad en sus almas
y un miedo voraz que azotaba cuando ella jugaba.


Discutían idioteces, creyéndose reyes
de verdades sin sentido, 
gritos disparaban como flores en primavera
y sus miradas siempre estaban altas.


Ya nadie aguantaba que Antonia jugara,
mas a ella no le importaba seguir enamorada
mientras un frío de veinte grados era helada
para pijas blandas que no encontraban el amor.

A centímetros de la nada

Una luz brillaba blanca
entre ondas saladas de agua,
brotando como una flecha
que partía desde un arco plateado
con destino a tus garras.

Cada uno acreditaba su flecha
dejando a un costado la importancia o no
del todo, de la nada
y de lo que no era destello en el instante.

Una luz era tan poderosa
que inquietaba a los ojos,
dejando bajas sus percianas
para no ser ciegos en el simple mirar.

La flecha nadaba en superficie y caudal,
hasta tus propio vientre,
le extendía su paz a una mente deshidratada
y condimentaba la brisa que llegaba al alma.


Una luz te dejaba ver,
tornando ciegos tus ojos, muda tu aura,
calmada tus ansias...
quedaba poco del humano, ya casi era nada.

El doctor Osvaldo

El tipo era él y una tercera persona,
que decía: ¨cuanto más conozco al ser humano,
menos cucarachas mato.¨

Sabía que podía enterrar en la arena
sus cagadas pasadas con sus patas de atrás
y que ese tiempo era una tormenta placentera.

El doctor Osvaldo disfrutaba tanto de los vicios mundanos
que su conciencia condenaba su alma
a seguir eternamente acá, ni cielo, ni infierno, serían su lugar.

A veces se le escapaba una mentira,
aun así, era una flor su encanto frontal,
que le daba risa y charla, hasta a las sillas de bar.

De a poco lo fue perdonando, su tercera persona era él
y él era uno más, sin egos, sin pimienta ni sal
que condimentaran esa sonrisa que siempre fue real.

Mocos locos los cocos

Iba rodeado de cocos locos
que exageraban sus tonos
para acreditar importancia
a conversaciones sin sentido
sobre alcohol y enfermedad.

Las cantidades de las que hablaban
eran exageradas para las pocas cervezas
que sus estómagos aguantaban,
yo reía detrás de una puerta,
sin omitir ruídos que cortara el placer.

Se miraban fijo a los ojos,
los locos a los cocos e insistían,
en un tono gentil y noble,
con lo interesante del diurético
y la orina universal.

Unos se habían sacudido los mocos,
otros sólo eran cocos
y cuando ya no había que decir,
rapaiz y poja eran las rutas para escapar
del miedo a una noche de sábado en soledad.

Las necesidades de tu ciudad

La ciudad le va quitando amor a tus años,
el concreto te usurpa el brillo,
la aventura, el vigor, la calma
y sólo deja visible tus arrugas.


Las veredas van quemando el verde,
las paredes cohiben la luz del sol,
las esquinas te van encuadrando
y la velocidad te hacen un ser lento.


Las ventanas te acostumbran al encierro,
las puertas a creerte siempre con miedo,
las cerraduras acaban con los misterios
y las llaves te hacen preso.


El humo demuele tu olfato,
el ruido le da compañía a tu triste soledad,
el tedio te lleva al hambre
y el hambre a todo lo que llamás necesidad.

Sabios uranoides

Nacen sabios, siendo llanto
y sentimiento puro
en un lugar absurdo
al que no pertenecen.

Son crédito y resultado
de actos sin sentido
de un par de soldados
que tampoco pertenecen.

Son consolados inutilmente
por diablos padres
que amamantan la locura y la enfermedad
creyendose ángeles solidarios.

Todo gira sin sentido
en la búsqueda impaciente
de la felicidad absoluta que espera
en un cosmos lejano al que están.

Son esclavos del tiempo,
del espacio y de la carne
que se cuece lenta
en los brazos de un sol artificial.

Son sueños que despiertan en vano,
procurando que los días no cesen
y que las noches sean 
aventuras de su propia realidad.


Son ingenuos los uranoides,
son parte, piezas claves, errores
y sabios cuando son llanto 
en ese lugar absurdo al que no pertenecen.

Rodete mata Rastaman

Brebajes sueltan las gambas
y asquean temores bobos de humano,
dándole vigor y brillo al descaro
de danzas que transparentan fronteras.

Un hermano ignora al amor
y cantando una serenata barata,
arrincona contra las cuerdas
un escote lleno de magia bahiana.

Movimientos mutan al ritmo en sonrisas
de un héroe que lejos de saber luchar
acude a su cintura eléctrica
para borrar del mapa a quien se creía rival.

Suena la campana del último round,
un rodete le gana por afano al rastaman
que a tirones disimula  la impotencia
de saber sambar como los demás.

La noche se hace luz
en la pantalla azul de un celular
y en una playa llena de gente que asume
besos de verdadero amor terrenal.

Dimensión Shara

No sabía la hora, ni el día.
Poco importaban el lugar,
la soledad, el sonido,
o la edad del sol en esta dimensión.

Hay un refugio en la orilla del mar.
Quien no es quién ni cuándo,
puede encontrarla con facilidad
porque aquí es cualquier lugar.

Un teatro en los sueños
de quien no es nada más que cosmos
y alma elevada en la certeza
que se exime del ser.


Lo fugaz es llama sin retorno,
es luz que no precisa oscuridad
para correr al costado de un reloj,
entre ruinas y lejos de ojos que sólo miran.

Tortugas dementes

Flotando nacen, respiran y perecen.
No existen los egos cuando los pies
se alejan del suelo para caminar,
para ser alas doradas,
para marchar en un implacable vuelo líquido.

Flotando levantan, resisten y cantan.
No existen los rapaces
si la caparazón es del mármol más salvaje,
el que aguanta todo,
hasta el peso del mar.

Flotando viven, crecen y perduran.
No existen los miedos cuando el cuello
se estira tanto que al cosmos alcanza a mirar,
mientras esa piel desaparece
junto con todo lo demás.

Flotando se quedan, se conmueven y aman.
Sólo existe el placer cuando el corazón
escapa inmaduro de las víceras
de un atardecer sin estrellas, sin aire, ni nubes,
que llegó a destiempo sin avisar.

Charla con el mar

Madre agua no se equivoca,
ella abraza al mundo
sin dejar que se vuelque
ni una gota en el espacio abismal.

Ha visto tantas estrellas
como su fluidez le permitió
y ha tenido tantas charlas
como los viajeros han necesitado.

Sin contagiarse de las banderas,
supo llorar ante tanta sangre
que dejó correr para lavar
cuando los gritos callaron y reinó la paz.

Allí sigue tan calmada,
siendo llanto salado de las almas,
mujer que apaga las brazas
y aliada de la luna que siempre acompaña.


Madre agua es mundo pacífico,
reino atlántico y antártico,
es cielo de tortugas cósmicas
y equilibrio en un infierno que no deja de girar.

Circo dos macacos

Veinte macacos atienden la fiesta
de un Fidel y de la enagua de su madre,
un cubano anti Castro y una peluca china
decoran el circo de la Graça.

Había reglas rotas colgadas de azulejos
y unos cuantos bananas
que se endurecen rápido
y bajan en pajas tristes de contar.

Discusiones de salón real,
muchos visionarios de cobre
y tantas risas falsas que al final,
no quedan ganas para una función más.

El cubano fabrica una balsa de papel,
Fidel se burla de un cara parecido a Shrek
y el público mudo es histeria barata
que hace reír a los macacos otra vez.

Diablo, dónde estás?

Un perro urga entre la basura,
un bote es paisaje en alta mar,
las nubes se comen el celeste
y una araña que sorprende mal.


Un par de ojos blancos
contrastan una piel morena y me miran
y sonríen y se acercan y se van,
queriéndose quedar conmigo y mi araña
en el bote de alta mar.


Saludo en un idioma atípico,
los ojos responden mudos
y se acuestan por allá,
por la orilla,
mientras el perro prefiere la basura de la ciudad.


Las olas se acercan, pero apenas salpican,
mi lapicera sigue cargada,
mi alma corre las nubes del mapa
y el sol deja de ser ilusión
para hacer del diablo una realidad.

Catchman

Solías convertir en cangrejos paranoicos
entre impuestos y macanas,
siendo vos quien no lograbas
escapar de esa pesadilla.

Agitadas en sudor, tus mañanas,
de sábanas doradas y de almohadas mordidas, 
que nunca eran ilusión,
por más que así lo quisieras.


Qué habrá sido de tu calma pasada?
Cuántos espectros más tendrás que activar?
No hay pastilla, ni billete
que te puedan despertar.


Y crece tu cuenta, bajando sus cuentas
y crece el temor, aunque impongas temor
y se cierran lastimosos tus ojos de monedas de oro
sabiendo que se abrirán más risas de granos de arroz.

Bondi ao paraíso

Desperté desorientado por los sueños,
no sabía bien que día era,
mas no me preocupé por eso,
hacía calor y se escuchaban
los ronquidos de la almohada de abajo.


Cepillé mis dientes, tomé mi cartera
y con veinte reales y veinticinco años
salí a caminar sin saber a dónde,
ni en busca de qué.
Me subí a un bondi amarillo.


Todo se veía amarillo,
hasta el aire se olía así,
nadie escuchaba a nadie camino al paraíso,
mas todos hablaban entre sí.
Me bajé hipnotizado por unas palmeras.


Pateé unos kilómetros por la arena
hasta que una mesa y una cerveza 
me invitaron a desayunar,
entonces descubrí que la playa del silencio,
se llamaba Itapuá.


Callé mis pensamientos unas horas,
hasta poder escuchar la palabra de la brisa
que conversaba con las olas
esperando que esas garras sucias 
se mojaran sin buscar un final.

Gusano ninja

Cuanto más adentro de la manzana
el gusano llega,
mayor es la certeza:
el silencio es el emperador
en los misterios que van pereciendo.

Un fénix convierte al gusano
en el queso más sabroso
que las uñas del sol abrasaron 
alguna vez en este cuento.


Voces descordinan todo
y crean templanza entre las víceras
del que arderá, morirá
y renacerá como fuego en otoño.


No funciona siempre el misterio en el amor,
pero, quién sabe más que él 
a la hora de los besos apasionados
y las lágrimas célebres?


Que el silencio sea tu guía
en el vuelo eterno contra la avaricia
que poco importa ahora,
que el mar tiene la palabra.

Diablo no metas la cola

Podía divisar la mirada de una niña
interesada en unos pantalones 
demasiado viejos para su corta edad,
ella hablaba algo, se reía y tentaba.


El tipo de los pantalones,
continuaba solo, en silencio,
fingiendo que entendía
y que no podía ser.


Aquellos pantalones ardían,
continuaban solos, pacientes,
sin saber realmente que diablos hacer
ya que no podía ser.


Aunque si el tiempo era una mentira,
todo sería un ¨tal vez¨,
porque el pecho latía como tambor
y ya no quería entender.


Había demasiada belleza alrededor,
demasiados vicios en su interior,
y tanto de este mundo por entender,
que optó por una fría para no enloquecer.

La piedra universal

La sal se acerca de a poco,
los fluídos se quedan con todo,
Cristo vigila a los veleros
desde su estatua espiritual.

Arden las bundas el sábado,
reclamando la vista de los que enamoran
a peces vagabundos
y hasta de los cangrejos de mar.

El sol se aleja de a poco,
las olas se quedan con todo,
Cristo se conmueve sin cesar
desde su estatua marginal.

Arden las bundas del atardecer,
usurpando los ojos de los pescadores,
de los monos impacientes
y hasta de aquella piedra universal.

Tranquilo, nadie te va a culpar,
el paisaje es tan hermoso
que hasta un santo se tienta
siendo pura sangre animal.

O pescador

Elaboran teorías...
Los pescadores lanzan lejos
y después esperan sentados,
mansos y concentrados.

No conversan mucho,
ellos lo saben todo.
Son solitarios conocedores,
pacientes escritores
de sus propios paisajes.

No comen demás,
ni pescan para comer,
sólo para amar a sirenas divinas
que procuran morder
anzuelos visibles al sol.

Ve con Dios, pucho

La soledad está realmente sola
apenas cuando el cemento urge.
Si la piedra todavía es piedra
que refugia el faro,
hay alma que renace en cada instante.

No hay soledad en las palmeras,
apenas deben sentir el calor del sol,
la templanza de la luna,
las cosquillas de la brisa,
el canto de los pájaros y del mar,
para ser parte de la armonía.

Un idiota enciende un pucho,
apaga un pulmón,
bebe un trago de agua dulce
se deja ser hoja y rayo de sol
en su alegría mundana.

Milare

Misterioman ya casi no mira,
sus oídos comprenden poco
y se acostumbran fácil
a recibir caricias de ojos puros.

Los charutos asquean sus muelas
y desintegran su flaco esqueleto,
mientras amolda a su lengua
a marchar lenta cuando suena.

La pua y las cuerdas
se amigan en un aire espeso
que revela muerte y vida nueva
en el rebote sin fin del agua.

Misterioman se bautiza
bajo el sonido de las cataratas mágicas,
que dibujan en su vista un arco-iris diminuto
que resiste hasta el anochecer.

Nuez más que un durazno

Linfositos hambrientos
en un día de nubes borrosas,
con olor a despedida
y sabor a ron cubano.

Hasta Orión llega,
la líbido inoxidable,
casi sin juguetes amables
y deja seca la razón.

Más sabores entorpecen
a esos pares de cayos,
que se raspan sin importar
con quien compartirán sus ansias.

La nuez rompe su cáscara,
se sube al micro escolar
y sin boleto de regreso,
por fin se descubre durazno.

Rellena la mochila

No leas, no escuches,
no calles, ni digas.

No aceptes, ni mames.
Imaginá, cantá,
sentí y vivilo hoy.

Sabete Dios de tus actos,
tus pensamientos
y de tu suerte.

Se tan sabio como las plantas,
ten la dureza de una roca,
la calidez de la arena
y la fluidez del agua.

Allí está tu alma esperando
que la agarres por la espalda,
mientras la risa de un ángel
es la pausa clara en la eternidad.

Guadaña na Bahía

El temor máximo cuando la parca llama
es saber quién será el ladrón
de tus recuerdos, de las vivencias
y de tus días.

No te podés saber feliz
si tu historia queda en memorias,
ni aunque tu alma,
mute en los rayos del sol.

Tus ángeles pasados acuden
a ceremonias lejanas
y con sus alas empastadas
les queda mucho suelo por pisar.

Unas ojotas van,
un gigante espera en la arena
rugiendo, mojando,
renovando todo eso llamado vida.