Picando la flor

Dejaste el alma tendida al sol,
un hada te hace luces
entre las hojas del bosque
mientras los pensamientos se escurren con el azar.

Una hamaca te juega aletargando
las agobiantes presiones del apocalipsis
y sin planear el siguiente paso
te refugias de la pesada lluvia.

El arco-iris acaricia el fondo del mar,
imponiendo su brillo en color
en el vaivén de las olas
que ya sin fuerzas muerden la orilla.

Las llaves no te persiguen,
ni te esclavizan ante la mirada siniestra
del humano que arremete
contra el árbol que abrazaste por la noche.

Pero no podrá esconderse
cuando el rojo cielo lo devore todo,
cuando las violetas nubes
sean uvas y soplo de risa en la agonía.

El alma se escurre con el canto
de un pájaro que flota picando la flor,
entre días sin noche, ni amaneceres
en los que ya no sirven las ideas.

Poesía punk

Ring!
es hora de disfrutar del viento,
ya no tiene plata,
pero sigue tan feliz...

No le importa que la arena
sea parte del cuerpo
que está vacío en sus bolsillos
y lleno de vida en el pecho.

No hay libertad que valga la pena,
porque sólo vale la pena
seguir respirando otro cachito
dentro de cada uno de los instantes.

Un loco se cruza entre las plantas,
Átila lo llama entre las llamas
se fuman un tabaco apretado
y en lo profundo de la noche escupe.

Va a seguir luchando
contra una guitarra afinada
y seguirá vivo en sus poemas punk
que admiran la calma.

Apagó el teléfono hace algunos días,
no sabe qué hora es,
ni que día, ni que mes,
pero te quiere, gracias por leerlo.

Amor danés

El aire está azul en la habitación
una samba frenética se hace rock
y unos besos viborean sedientos
sobre la goma espuma filosa.

Ella pinta como sus ojos de cristal ven,
no son cielos martirizados,
ni castillos de piedra antigua...
hay un verano en su vientre danés.

Él palabrea como sus oídos escuchan,
no son cielos de cartón,
son nubes de azúcar que se revuelven
en el café oscuro del amor.

Aunque se parecen, no son los cabellos
de un ángel que escapó del cielo
ni las pestañas de cóndor que un árbol robó
hay una huella corriendo en sus pieles.

Hay un infinito estrellado que sonríe
como un niño viajando en un barrilete,
que olvidó su soledad sobre una maceta
y ganó un corazón cubierto de oro.