Del cobre

El cobre sigue oxidando,
como un coral invisible y sus campanas,
como oxida la lluvia del mañana
bajo un techo flaco y sin ventanas.

El movimiento te marea
y sin prisa seguís con tus ojos
las manijas de un reloj que no anda,
pero impone miedo para salir al sol.

Sin metas te quedás en la mitad,
esa es siempre una maldita comodidad,
que desnutre, envicia y desarma
la voluntad que carga tu alma.

El cobre te oxida por dentro,
cambia tus ganas por ilusiones vagas
forma canciones sin ritmo,
sin melodía y sin ruído a guitarra.

El cobre es cicatriz sin curar,
una intención cansina y blanda,
un bagallo al pedo que cansa
y un reflejo que ensancha tu ego.

La niña del vestido marrón

Me recuesto lento,
me deslizo por un tobogán de plástico
hasta reventar mis dientes
contra la húmeda y pálida arena.

Una niña y su vestido marrón
se disipan en el cambio de realidad
y el mar espera ducharse
con la lluvia que trae la noche.

Los colores se van apagando,
las ganas se van fermentando
y tus pensamientos huelen tan mal
como las axilas sin bañar.

No te hundas en la marea
no tengas miedo a luchar,
las comparaciones son absurdas
no existen los mejores, ni los más.

No te ahogues en los médanos man,
reposa tu cuerpo, mientras tu alma viaja
y el viento (siempre sabio) se encarga
de hacer constante la movilidad.

Manchas

Prestale más atención a las manchas,
porque están cargadas
con mucho más
que una simple cagada.

Las manchas son un árbol y el sol cayendo
pintados en la uña del dedo gordo,
son arte y mágia
en el más bello mensaje de amor.

Las manchas son marcas
que el viento y las aves regalan...
son agujeros negros
en el espacio de una carpa mal armada.

Son esos perros delirantes
que te ladran de la nada,
siendo rabia encarnada
en sus hocicos huesudos de metal.

Las manchas son el verdadero arte,
el que dictamina esa realidad,
el que impone la causalidad,
el que corta la madera seca para trabajar.

Tierra llamando a Marte!

Tierra llamando a Marte!
Las hormigas son peligrosas
en los misterios de las noches barracudas
que yacen en el jardín de atrás.

El animal estaba en forma,
trepaba durante horas por médanos
y resistía los rasguños como un guerrero
que se perdió en el laberinto.

Olvidó tirados en un cuarto sus calzones
y hasta la manta de playa puede perder,
pero tenía las manos pintadas
por darle color y vida a los muros.

Miró al sol hasta descubrir
el cristal que transformaba
los días en noches
y en penumbras, la conexión con lo natural.

Repaso mental

Estás vivo man!

Tus días de descanso y relajo,
son de relajo sin descanso,
ahora sí, ni tu dios sabe
dónde está tu mente.

Los sitios van pasando al trote,
junto a kiosqueros, choferes,
tambores, atajos y sabores
que el mar limpia por las tardes.

No hay suficiente,
cuando no existe lo necesario
es indispensable respirar y experimentar
para cargar de colores el alma blanca.

Las noches pierden la oscuridad
si los techos son invisibles,
las noches ganan en rebelión
si el peligro lo llevan en sus alas los mosquitos.

Tu mente está difusa,
de a poco se aclara,
de a poco se eleva,
de a poco es nada.

Hippies alemanes

El mundo es muy absurdo,
tanto como dos hippies alemanes
alrededor de una fogata
en la aldea de Arembepe.

Los hippies no tienen ese miedo,
esa estructura, ese orden aburrido,
ese ensimismamiento, ni esa frialdad
que divulga sus miradas.

Son robots, que no se besan,
ni se tocan por temor a que los miren,
son androides que comen poco
y fuman tabaco, si el que pega es el otro.

Que martirio darse cuenta
que los humanos están dementes,
perseguidos por sus mentes,
dispersando palabras absurdas a granel.

Lo real está a su costado,
lo real es el pasto, las hojas,
la arena, el río, el mar, el viento,
los árboles, las flores y hasta los animales.

El delfín de madera

Me siento sobre un delfín,
un caballo come pasto,
conciente que esa soga
no lo va a dejar galopar.

Me agarro de la aleta superior,
no quiero caer en el vértigo
de un viaje que se ilumina
sin precisar de la luz de una lámpara.

Flotamos siendo uno,
atravezamos el totem de Jairo,
dejamos la madera ser pasado
para ser hoja y con el viento volar.

El caballo descubre
que una simple ilusión es la cuerda
y va por todo aquello que antes
no era más que un diurno sueño.

Un loco corre entre las ramas,
la brisa trae el anochecer
y con mi delfín de madera
llenamos de luz esta aldea.

El humo trae un mensaje

Vuelve el fuego, siempre...
arde un trapo que baila
al compás de un ritmo brujo,
hechizando el aire de la aldea.

Brota el calor desde la tierra al aire,
bajo el sonido del agua,
dejando que la brisa sea dueña
del humo que lleva el mensaje al alma.

Vuelve el fuego en esa canción,
en el pucho del duende,
en el centro de esa fogata
y en los ojos que aprenden a ver.

Brota sin acudir a las llamas,
para ser olas inquietas,
remolinos inmensos corriendo en la nada,
un fantasma gris y unas nubes blancas.

Millones de ojos son conciencia natural
de un planeta que llama
a la armonía y a la paz,
para que reinen los vientos y sus ecos.

Cuando te hayas cansado de mirar,
cuando te hayas aburrido de saber,
descubre entre luces, sombras y colores
que aun no has visto nada.

Somos nosotros

Hay un planetario natural
donde coinciden los bancos de plaza
con una exquisita vista al mar
y al cielo negro de Brasil.

Es ínfimo cualquier detalle
cuando sos una estrella más
ardiendo en la noche
que muestra el fondo de las marcas.

Se sentirán así de ínfimas
estas aliadas que brillan
en los cantos de la oscuridad?
seremos así de brillantes, en verdad?

Hay un pueblo a mi derecha,
que tiene alma porque es pueblo,
que nutre el aire por su amor
y que vibra en llama con su aura.

Si el cielo es de agua,
si la tierra del sol se olvida,
nuestra furia es el reflejo
y nosotros, nada más que las estrellas.

El sillón del placer

Se agitan las ramas con la brisa,
el mar canta una canción de amor,
los botes flotan sin prisa
y el árbol del sendero me regala una flor.

Me refugio en su sombra
meditando sin tener visión,
con los ojos ardiendo en sal
y con los brazos cansados de nadar.

Es tan rico el olor,
tan suave y armónico el calor,
es cómodo y de arena el sillón
que siguiendo el silbido decido despegar.

Me acuesto un momento en las nubes,
ellas están blancas y dulces,
ruedo como gota por el tobogán
y de cabeza me estrello en el mar.

Nado hacia la orilla, sólo para no perder
mi lugar en el sillón del placer

y me siento a esperar
que otra flor me venga a buscar.

Ceguera parcial

Había nacido en democracia y me decían,
que por eso debía estar agradecido,
sin embargo aun existían las culpas,
los discursos, los policías y las armas.

Había nacido argentino, parece,
para cuando rompí el cascarón el mundo
se dividía en continentes, países
y mapas que te marcaban.

Había nacido libre, me decían,
sin embargo, tardé 25 años para salir de casa,
la familia, los amigos y mi mente amalgamada
no dejaban que me vaya.

Había nacido humano, decían,
lejos de sentirme terrestre y animal
me sentía parte del espacio y feliz
en la ilusión de tomar un café en las estrellas.

Había crecido rebelde, poco creyente,
siendo un extraño, un falso hermitaño,
un hombre del pecado, un viajero nato
y así fui en busca de unos ojos que me hicieran real.

Juntar palabras

Para escribir hay que dejar de oir,
las paredes tienen que tapar tus oídos
y luego es cuestión de escuchar
los mensajes del más allá.

Bajo ninguna razón creas
que sos vos quien escribe,
apenas sos quien pone el papel y la tinta,
pero el cerebro está seco cuando la mano arranca.

La sangre corre por las venas
hasta dispararse en letras
y aunque dudás de lo que estás haciendo,
sabés que estás en lo correcto.

Entonces surge la magia,
como surge en los magos músicos,
como aparecen en paredes las telarañas
como esa luz que se escapa en tu mirada.

No sientas orgullo, son sólo letras,

dejá eso para los que tienen prisa,
para los que gustan de medallas
y firmas con sílabas raras.

Un escritor no pierde,
un escritor nunca gana,
sólo se abstrae del tiempo
y apenas junta palabras.