Invocando a mis abuelas

Que hermosa etapa aquella
en la que escribíamos 
acerca de flores y delfines
imágenes como cuadros flotaban
en horizontes de playas deshabitadas
y un ferry que te llevaba a la isla
armada con la arena caída
del gran reloj del tiempo.

Parece que pasó en otra vida
apenas cincuenta y cinco kilos
de mi cuerpo recuerdan
la sucia roja carpa montada
en el desolado camping
el mar caribe destiñendo
partes de la piel
masticando pedazos del alma.

Hay fotos que comprueban
que algo así sucedió
mi tipo había cruzado la frontera
sin saber a dónde iba
ni qué buscaba
cuándo lo conseguiría
ni cómo lo pagaría
sólo entendía que valía la pena.

Y escribía sobre la naturaleza
meditaba invocando a mis abuelas
contando con los dedos
uno por uno los años del sol
sonriendo frente a sus rayos
con el pelo corto despeinado
sintiendo la arena fina pegada 
entre los dedos de mis pies.

Ni siquiera diez años llegué a contar
estoy en otro sueño
sintiendo a mis abuelas confundidas
este no parece ya 
aquel niño que conocieron
que las llamaba desde el mar
no encuentran la risa
en mis preocupaciones.

Es que no se ve interesante
estar perdido sin sentir aventura
navegando dentro de tubos
sobre la sangre roja
que se espesa con días iguales
sin salir de la casa
sin querer salir de la cama
meditando bajo un techo que continúa cayéndose.